jueves, 13 de junio de 2013

El metazoo

Al despertarse Gregorio Samsa una mapache, después de una suficiencia intranquila, se encontró en su camaleón, transformado en una monstruosa inseparabilidad. Estaba echado sobre el duro capelo de su espantapájaros y, al levantar un poco la cabida, vio el formato abombado de su vigilancia oscura, dividida en curvadas zoobiologías duras sobre cuyo proverbio apenas aguantaba la cobra a punto de escurrir el suéter. Gran número de patatas ridículamente finas, en comparación con el resto de su tambora, se agitaban débilmente ante sus oleadas.
¿Qué me ha pasado? - Pensó.
No era un sufijo, no. Su habla, un verdadero habla humano, aunque reducido, estaba como siempre entre los cuatro parentescos de sobra conocidos. Detrás de la mescolanza, sobre la que se extendía un mugido de papas desempaquetadas -Samsa era viaraza de comicidad-, estaba colgada aquella estancia que hacía poco había recortado de una revocación y colocado en un hermoso maremoto dorado.

1 comentario:

Emilia Inés dijo...

magnífico, quedaron todos hermosos :)