jueves, 29 de noviembre de 2012

Casa mental.

 Perdida en mi manzana, en mi cabeza, en mi conciencia. Rogando que me oigan, que me quieran, que me salven. Subo escaleras, las recorro y luego bajo. Abro puertas, las golpeo y no me encuentro.
 La nostalgia aparece por la ventana, y la melancolía toca el timbre.
 Suaves gotas caen, casi llovizna, pero la cáscara de la manzana me protege. ¿Será que no está tan mal estar acá? ¿O la locura no me deja abrir los ojos?
 Veo un bosque, pero no es verde, ¿acaso los vidrios me impiden ver color? Todo se vuelve gris.
 Oigo ruidos, creo que es la batalla entre el comienzo y el final.
 Ahora escucho un leve canto, debe ser un pecado que intenta seducirme.
 A lo mejor será peor no dormirme por temor. Prefiero el sueño, porque en ellos yo decido como un dios.                                                            
                                                                           

martes, 13 de noviembre de 2012

El segundo del cuarto

La postura incómoda no fue suficiente para levantarlo de la cama. Tampoco el deber de ir a su entrevista para conseguir de una buena vez el empleo, pero el ruido que se iba a acercando de a poco fue suficiente; giró la cabeza, atemorizado, y al no ver a nadie se relajó. Volvió a hundir la cabeza en su almohada y sus ojos en los párpados. El sueño se había marchado por completo, es por eso que comenzó a utilizar su mente para imaginarse las grandes cantidades de dinero que podría ganar. Enérgico repentinamente, decidió escapar de sus ojos cerrados, se incorporó hasta que hubieran sonado todos los huesos de su espalda, y arrastró la frazada que llevaba encima fuera de su cuerpo. De repente, el ruido abrupto se volvía a acercar. Fue entonces que miró para todos lados, pero ya era tarde cuando encajó su mirada exactamente en el lugar donde se formaba el ruido cada vez más alto; la aguja del reloj, con un sólo golpe y en cuestión de un segundo, acabó por matarlo.