jueves, 11 de julio de 2013

¿Y ahora?

Y ahora dame un beso, para que no te vayas con el viento o con el tiempo. Perdón, son mis piernas, si, estoy nerviosa. 
Cinco cuadras para abajo, Dios llorando en tu puerta. 
Cuando queres algo mucho, truco

Taller del Jueves 11 de Julio (lecturas)

Clic, clic, clic

11/7/2013
Veo las gotas de agua que atrapa mi paraguas.La estructura de cemento dedicada al paso seguro de mis pies, que se encuentran justo donde no deberían estar. ¿Por qué no la había ido a buscar? ¿Acaso ella no vale la pena? Es difícil prender la lámpara del escritorio y leer un libro con todo lo que le hacía recordar. Caminó, miró al suelo. Zapatos negros, rotos, botas de cuero, zapatillas. No paro de pensar en ese silencio inexplicable y ensordecedor, donde solo se oía el salir y entrar de la mina de su birome.
                                                                                             Violeta Goldfeder. 

Jorobas

Depende, si estás de cabeza queda cerca de tus manos, cuando estoy terca y los caballos son camellos.
Aprendí que los camellos tienen dos jorobas, también aprendí que sirve para todo y especialmente para ver las cosas caer.
Y ahora? Se terminó, ahora me tiembla la cabeza y no quiero ir.
Seguimos jugando al gato y al ratón, pero los dos nos escapamos.
Con los ojos cerrados.

Hay que aprender a sonreír en serio


     La reja fue inventada por quien roba, porque no quería que le roben a él. La escuela es el control de calidad de la sociedad para con sus futuros vividores, para que salgan perfectamente inútiles.
     La verdadera enseñanza es aprender a divertirse sin importar los otros. Jugar a jugar, el resto depende de cada uno. ¿Cómo se lee una página en blanco? Escribiendo. Ese sonido es alguien o algo, siendo. Hay que aprender a sonreír en serio.

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    La lluvia es el cansancio de aguantar de las nubes, es como rendirse, y es que a veces nos resignamos porque es más fácil que seguir bancándosela. La miseria viene de adentro, y te podés pasar la vida buscando escapar sin saber que la salida es por donde entraste.

jueves, 4 de julio de 2013

Asco

Sabores mezclados, más fáciles de reconocer que nunca:
     Piel, pelo,
     sangre,
     carne.
La boca inundada, hábil para beber, más no para masticar. Hábil para saborear, más no para disfrutarlo.

Lentamente, se suman. Ellas, pequeñas y saladas, modifican totalmente el girar de la lengua. Ellas, escurridizas, se cuelan entre los dientes en una explosión de sal que seca la boca y ¡de repente...!

     Ardor,
          amarga, la garganta se quiebra.
Una sensación de putrefacción, de masticar un cadaver de dos meses, pero líquido, color caramelo.
Sube desde el centro una horrible sensación de vacío , y un desmayo.


              Al despertar, la boca, insaciable, pide más y más.
                         Cada vez se saborea menos la sangre
              del labio propio, del miedo o la vergüenza.
Cada vez más, la lengua serpentea buscando un extremo, un
               vidrio,
                    la sal.
                       Las papilas gustativas revientan furiosas ante tanto sabor mezclado, y el amargo, la sal, la putrefacción...todo se siente hasta en la parte última del paladar.

Ante tanto sabor, el que predomina
es el asco.

Emesis

El grito agudo del lunes llegó acompañado de ese sabor amargo. Lentamente, se fue haciendo paso entre las papilas gustativas. Desencantadas por encontrarse nuevamente en presencia del latoso y vomitivo, estas últimas lo lanzaron a otras más zagueras. Y así, rozándolo hasta sentir un mínimo de ese gustito, las que no pudieron evitarlo lo arrojaron asquerosamente más atrás hasta perderse en la garganta. La jornada comenzó.
El recuerdo de un crocante fin de semana, empezó a interponerse en su camino hacia el colegio. Salado, recién salido del horno, pero qué importaba ya si había sido devorado; si lo más sabroso es lo que menos dura, tan contraste al presente rodeado de agrio que ahora lo obligaba a seguir avanzado entre las calles.
Cada vez más cerca estaba, y el desinvitado mientras paseaba por el estómago, molesto, como todos los demás que habían sentido su presencia. De repente nauseas, acidez. Y una brusca subida a la garganta. Justo cuando estaba en la entrada de la institución.
Él se agachó, casi automáticamente y apoyó sus rodillas en el suelo. Todos los que también estaban por entrar, se sorprendieron de esa nueva experiencia. Y mientras las miradas agridulces, mezclando la sorpresa con la pena y el asco, comenzaban a detener a sus cuerpos a sus alrededor para fijarlas sobre él, él comenzó a expulsarlo.
Pasados unos segundos, se levantó. Miró a todo su entorno, quienes esperaban encontrarse con un rostro avergonzado, pero en vez de eso, se encontraron con una enorme sonrisa. Qué importaba ya, si el lunes se había ido y podía comenzar el día.