Movió los párpados superiores hacia abajo para que chocaran
con los inferiores. Los globos oculares descansaron por un segundo, inmersos en
el negro que llevaban los neurotransmisores desde los fotorreceptores al
cerebro, mientras que en algún lugar de la corteza seguía buscándose un
movimiento, una hormona, algo que aliviara ese dolor que lo acometía entre el
silencio absoluto del consultorio, opaco como una neurona polarizada.
A nivel de la boca, las glándulas salivales, permanecieron
en reposo para dejar el espacio bucal lo más grande posible para que pase con
más facilidad la mentira que estaba a punto de liberar al medio externo, como
para protegerla, como otra forma infructuosa de liberarse de esta aflicción, como
un método para que pase desapercibida una vez salida de la laringe y del resto
del sistema fonador. Él rogaba que nadie la identificara, que no lo revelara la
sustancia que salía por los poros, refrigerando la epidermis desde los pies
hacia la frente.
Ahora ya era demasiado el tiempo que había mantenido
separados el medio externo de la córnea; esta se dejó ver, aunque en la retina, sólo se proyectaba la luz
desesperada de la lámpara colgante.
Y porque se habían acabado las ideas o las hormonas o los
movimientos, o porque tal vez aún no conocía aquella glándula que debía segregarla, las cuerdas vocales soltaron las cuerdas y dejaron escapar a la
mentira, pero esta no salió.
Sin embargo, algo había dicho. Sorprendido, abrió grandes
los ojos. Las cuerdas vocales se miraron horrorizadas, y los neurotransmisores
se desvanecieron, aunque siguió viviendo.
Sonriente, el psicoanalista le dio fin a la sesión.
1 comentario:
jajajaja muy bueno, que buen remate, toda la tension se me liberó como en una olla a presión. con todas esas descripciones se nota que aprendiste biología de cuarto... o no? jajaja
Publicar un comentario