martes, 3 de junio de 2014

Glándula de mentira

Movió los párpados superiores hacia abajo para que chocaran con los inferiores. Los globos oculares descansaron por un segundo, inmersos en el negro que llevaban los neurotransmisores desde los fotorreceptores al cerebro, mientras que en algún lugar de la corteza seguía buscándose un movimiento, una hormona, algo que aliviara ese dolor que lo acometía entre el silencio absoluto del consultorio, opaco como una neurona polarizada.
A nivel de la boca, las glándulas salivales, permanecieron en reposo para dejar el espacio bucal lo más grande posible para que pase con más facilidad la mentira que estaba a punto de liberar al medio externo, como para protegerla, como otra forma infructuosa de liberarse de esta aflicción, como un método para que pase desapercibida una vez salida de la laringe y del resto del sistema fonador. Él rogaba que nadie la identificara, que no lo revelara la sustancia que salía por los poros, refrigerando la epidermis desde los pies hacia la frente.
Ahora ya era demasiado el tiempo que había mantenido separados el medio externo de la córnea; esta se dejó ver, aunque en la retina, sólo se proyectaba la luz desesperada de la lámpara colgante.
Y porque se habían acabado las ideas o las hormonas o los movimientos, o porque tal vez aún no conocía aquella glándula que debía segregarla, las cuerdas vocales soltaron las cuerdas y dejaron escapar a la mentira, pero esta no salió.
Sin embargo, algo había dicho. Sorprendido, abrió grandes los ojos. Las cuerdas vocales se miraron horrorizadas, y los neurotransmisores se desvanecieron, aunque siguió viviendo.
Sonriente, el psicoanalista le dio fin a la sesión.

1 comentario:

Emilia Inés dijo...

jajajaja muy bueno, que buen remate, toda la tension se me liberó como en una olla a presión. con todas esas descripciones se nota que aprendiste biología de cuarto... o no? jajaja