jueves, 8 de agosto de 2013

Esa Tarde de Lunes

     De la boca seca del joven escapaba el aliento exhaltado, cautivo dentro del pecho, deseoso de salir ante el latir del corazón que palpitaba a mil por hora. Bota entre los pulmones el pequeño caprichoso, y botaba infernalmente rápido esa tarde de lunes, haciendo temblar el cuerpo del pobre frente al éxtasis y la abstracción total, que, de tan hermosa, aterraba. Su alma rota era expulsada a través de este aliento, y, de boca en boca, comenzaba nuevamente a ser.
     Se nota en la persona cuando está perdida, pues este desenfoque dota de un aire extraño. El joven flotaba en este aura magnificente de extrañez, y temblaba. Una lágrima humedeció su ojo, pero se negó a caer, cual gota adherida a la hoja de un árbol que huye de su destino de concreto.
     Muerto en vida para los otros, solo viviendo ese instante, cerró los ojos, y besó.

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