martes, 15 de abril de 2014

Entre desiertos

El calor me mata, me desintegra, me descompone, quema tanto que hiela. Pero qué importa? Sigo caminando. Las ampollas en la piel revientan, sangran y vuelven a cicatrizar. Y yo, sigo caminando. La garganta se seca, se resquebraja, se hace papel y luego cenizas. Los espejismos bailan frente a mis ojos mostrando oasis de cielo, nublando la razón y confundiendo los miedos.
Un efrit esa noche sueña: era su fiesta de cumpleaños y el prestidigitador decía abracadabra y los pañuelos de colores desaparecían de sus manos. Cuando despierta yo estoy ahí, entre sus dunas, rojo de sangre y sol, brillante cascarón casi vacío. Él, saboreando las oportunidades de mi aparición, me pregunta "Caminante insensato que hierves tu ser en este desierto, cuál es tu mayor deseo? He soñado con magia y quiero cumplirla" Yo, con vos ronca de quien no habla contesto: "Agua y alimento, fresco y reparo, por favor."
"Un pago deberás otorgarle a este mago, puesto que no solo de arena vivo" responde el negro efrit. "Deberás peregrinar por estas tierras tres meses todos los años y yo, el más grande de los genios, te concederé el paraíso los otros nueve." Sabiendo cercana mi muerte, acepto.
Todo esto no es pavada y se me pasa por la cabeza por culpa del olor a pasto cortado cuando el malvado ya me apresa en su paraíso.

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