jueves, 4 de julio de 2013

Emesis

El grito agudo del lunes llegó acompañado de ese sabor amargo. Lentamente, se fue haciendo paso entre las papilas gustativas. Desencantadas por encontrarse nuevamente en presencia del latoso y vomitivo, estas últimas lo lanzaron a otras más zagueras. Y así, rozándolo hasta sentir un mínimo de ese gustito, las que no pudieron evitarlo lo arrojaron asquerosamente más atrás hasta perderse en la garganta. La jornada comenzó.
El recuerdo de un crocante fin de semana, empezó a interponerse en su camino hacia el colegio. Salado, recién salido del horno, pero qué importaba ya si había sido devorado; si lo más sabroso es lo que menos dura, tan contraste al presente rodeado de agrio que ahora lo obligaba a seguir avanzado entre las calles.
Cada vez más cerca estaba, y el desinvitado mientras paseaba por el estómago, molesto, como todos los demás que habían sentido su presencia. De repente nauseas, acidez. Y una brusca subida a la garganta. Justo cuando estaba en la entrada de la institución.
Él se agachó, casi automáticamente y apoyó sus rodillas en el suelo. Todos los que también estaban por entrar, se sorprendieron de esa nueva experiencia. Y mientras las miradas agridulces, mezclando la sorpresa con la pena y el asco, comenzaban a detener a sus cuerpos a sus alrededor para fijarlas sobre él, él comenzó a expulsarlo.
Pasados unos segundos, se levantó. Miró a todo su entorno, quienes esperaban encontrarse con un rostro avergonzado, pero en vez de eso, se encontraron con una enorme sonrisa. Qué importaba ya, si el lunes se había ido y podía comenzar el día.

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