jueves, 10 de octubre de 2013

Frutas Secas

No había viento ni pan ni papel alrededor. No había soplo contenido ni veraniegas pisadas en sábanas caladas. Ni pantuflas ni almohadas ni camisones. Había puro y rico sueño. Y un aura verde agua dorada se aproximó bailando contoneando susurrando sobre las pieles, carnes estremecidas en punta de gallina y pelos felices. Todos la sintieron bajar y meterse por entre las piernas ronroneando calurosamente. Todos se sonrieron con la tibieza en las rodillas y las palmas cristalizadas. Había colores recónditos en las yemas de los dedos. Había sonidos inusitados.
Tal cual se  d e s p r e n d i e r o n  las pieles secas de víboras mudando y con la quijada hundida  q u e b r á r o n s e  los brotes de cerezo,  e s c a s e a r o n  los perdidos mechones y pelusitas, las chauchas y crujidos se  r e p l i c a r o n  en la dulce oscuridad y la noche abierta como nuez resquebrajada dio bienvenida a las semillas y carozos de infancias.
Ay, dolió un poco porque nadie lo esperaba, como un pinchacito tierno e inocuo, una mordedura viva y coleante pero nimia e ingenua; Si la sorpresa quiere a veces ser traviesa o quizás aplastarse debajo de la cama o de las hamacas entre entristecida y atemorizada, y si no volvemos a este patio luego de la primavera, es porque ya queremos crecer o preferimos creer en nada.

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