Veo humo, negro y oscuro, entra a mis ojos clavándose como vidrio roto.
Casas inmensas, hipócritas y sonrientes, con plazas de pastos tristes, no como el de en frente, lleno de alegría y bella suciedad.
Enciendo un cigarrillo con un fósforo azul y lo quemo con uno violeta. Un aire melancólico y nostálgico corre a través de mi pelo y lo sacude como una manada de cebras en peligro. Tras acomodarlo, mi vista encontró un nuevo objetivo, sus ojos, tan marrones como el café, hasta puedo sentir su aroma, tan confortante y adictivo. Sus labios rojos cual frutillas en noviembre y sus cejas, tan grandes que puedo perderme en ellas. Dejo de verlo, los árboles callan.
Violeta Goldfeder (20/11/2013)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario