Se fue yendo,
lento e impredecible, sin decir ni chau ni cuando iba a volver. Nos dejó con
los fósforos chispeantes en las manos enguantadas y una sopa de calabaza a
medio cocinar.
El gato, ese
sí que no la sufrió, colgado del árbol de moras disfruta su ausencia que no te
cuento.
Hijo de
puta, el muy conchudo te hace comprar, ponerte, enfundarte pero para cuando te
querés dar cuenta: vender, sacarte y desenfundar. Todo porque a él se le ocurre
ir a pasear por el mundo.
Igual, no te
digo que este que vino ahora no me caiga bien, a veces lo único que necesitas
es un poco de aire fresco en la cara, viste?
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